noviembre 26, 2008
Persecución.
Cenicero lleno. Taza vacía. Miro el cielo, está amaneciendo. Miro mis hojas y siguen en blanco. No es cualquier blanco, están poniéndose amarillas, parece que llevan varios días así, queriendo ser escritas, esperando tinta y letras sobre ellas. No pasa nada de lo que aguardan. No tengo ideas.Tomo la micro, me fui. Me bajo, camino. Voy sin rumbo. Tal vez vaya a algún lugar, indefinido claro. Todo lugar me es deferente e indiferente al mismo tiempo. Acelero mi paso, ¿para llegar más rápido?, no es la idea, no tengo destino. Simplemente voy respirando. Hay una fragancia, me llama la atención. Pretendo perseguirla. Me muevo, sin saber bien para dónde.Me doy cuenta, esa fragancia era yo. Por lo tanto, no llegaba a ningún lugar con ella, era yo. Estaba persiguiéndome. Fue así que terminé en el mismo lugar, sentado frente al cenicero, rodeado de esas páginas amarillentas esperando por mí. Ahora que decifré, en parte, qué buscaba, me decido a escribir.