enero 04, 2010

Sin título, ni punto final.

Un pequeñoburgués pasea a su perro; pensando dónde está dios y con pretensiones de encontrarlo le describe, mientras caminan a la par, las características esenciales de él. El cuadrúpedo, sagazmente, comienza a olfatear todo rincón que encuentra. En tanto, su amo lo observa de lejos, imaginándose qué dios encontraría su amigo.
Entre la oscuridad de la ciudad, y quemándose algunos departamentos producto de un pequeño fósforo sin apagar, debido a la intención que tuvo un niño de prender una estufa para así palear con el frío invernal, estos dos animales siguen su búsqueda. Aún sin ninguna consecuencia positiva. Caminan sin cesar, a veces el perro olfatea faldas y tacos de las prostitutas que bien paradas se encuentran en algunas esquinas del sector céntrico de la urbe. Yacen las hojas, inútiles y cafesosas de los maltratados árboles de la única pseudo alameda del lugar; desparramadas esperando a que alguien las recoja para así decorar su apestoso hogar. Algunos autos se escuchan a lo lejos, sin tener mayor motivación que apurar su andar para llegar rápido a conciliar el sueño entre sábanas gruesas y opulentas cortunas que tapan la luz lunar que podría entrar por las ventanas de su sórdida casa. Pasea también algún malagradecido, escupiendo a cada poste de luz que ve. Ladeando entre la ebriedad y la obstinación, se preocupa de no chocar con las paredes; a ratos lo consigue.
Desde una esquina mira dios, todas las andanzas de estos pequeños personajes moribundos bajo una cruda llovizna que empieza a empaparlos. Las prostitutas esperan sus clientes, algunas más bellas que otras y otras a maltraer comienzan a despedir su mala noche pensando "No tendré qué para comer mañana". Sin importancia se vuelven estas anónimas existencias a la luz del brillante sol del verano, donde el alcohol domina la hermosa lujuria ciudadana. Las pocas hojas ya descritas van siendo mojadas y arrastradas al recóndito viñamarino.
Nada impide las intenciones de estos amos, tanto el perro de color grisáceo como el hombre de ojos negros y piel algo pálida siguen con la idea de algún día dar con dios. No saben que dios está a la vuelta de aquella esquina y se encuentra resguardado por millones de horribles durmientes en una sala de espera. Llenándose la cabeza de asquerosos pensamientos, este pequeñoburgués se encuentra dominado por su terquedad; la porfía de lograr su objetivo hace que no pare frente a ningún tipo de adversidad, ni su animalesco amigo perdido le impidirá llegar a su encuentro.

El grisáceo animal ya perdido bajo la lluvia y la suciedad inherente de esta ciudad. La única esperanza de este cazafantasmas es una espontánea conversación con la última prostituta del lugar. Ahí frente a sus oscuros ojos, está: ella.