Y se quedaron conversando hasta el momento que el fuego se acabó. Ahí fueron aplastados por cemento y máquinas. Venían con progreso, desarrollo, dólares, felicidad. Ronald Mcdonald trajo la cajita feliz, con ella un montón de sorpresas. Ahora habrá comida rápida para todos, que contentos estaremos. Comamos rápido, para poder seguir trabajando, donde trabajaremos para alguien, donde produciremos para otro, llenémosle los bolsillos. Nos dan la comida, así viene predeterminada, no participamos de ella como lo haríamos en casa. Aquí viene, ahí está ¡Come!
Sin embargo, no diferencia, todos somos un basurero sin fondo. ¡Come rápido, ándate de aquí! Así vamos masticando esta mierda cada vez con mayor velocidad, puede venir el siguiente cliente y hacer lo mismo, tornándose un círculo. Me pregunto cuánto tiempo me dura la saciedad con esta rica y nutritiva BigMac. ¿Le importa a alguien? No creo, solo nos fijamos en cuán veloz lo hacemos, cuánto ahorramos. Nos mata, o bien, aportamos a matar.
Alguien mira desde lejos, cocina a fuego lento, pero seguro. Otros no tienen tiempo para esas banalidades, hay que salir de la hora de almuerzo, porque es pérdida de tiempo. El tiempo es oro. ¿Oro para quién? Oro para el dueño del oro. Pobreza y velocidad en el sur, le regala riqueza y reflexión al norte.
Mejor volvamos y hagamos una fogata, esto del cemento, progreso y demases, me comenzó a dar angustia. No quiero morir atorado con un pedazo de queso plástico y con Ronald Mcdonald sonriendome en la nariz. No pretendo hacer fila para destruirme, al menos no de esta manera. Prefiero morir de otro modo, aportarles de otra forma. ¡Aquí no como nicagando! Corramos que el empleado del mes me intenta atrapar...