marzo 25, 2010

Un extranjero con más de una frontera.

Cuando tienes extrañeza en el fruncir, caminas más rápido de lo normal, sin razón alguna, y además tienes la piel azulada, se torna complejo andar por las veredas de la ciudad sin sentirse observado. Más que indicado, mal mirado. Que nadie de tu alrededor tenga la piel de color azul... Intenta esconderse y escucha: “¡aquí no alojamos gente de tu color!”, O también oye “... acá solo vive gente verde, por eso es mejor que te vayas.”

Así va buscando su lugar en el mundo, en la ciudad. Además tiene miedo de tropezar con quienes lo miran. Un total fracasado se siente este pequeño personaje que merodea por los distintos rincones de la ciudad. Le ayuda que sea de una extensión considerable, al menos, así consigue no ver a sus amigos, ni a la gente que conoce. Camina escondiéndose, porque tiene miedo de estorbar, no le interesa conocer. Solo busca conversaciones efímeras; gusta de la espontaneidad, pero le incomoda que sea él quien comienza, a pesar de ello muchas veces lo hace. Posteriormente de empezar a hablar se siente como un verdadero idiota.

Hace unos años, él bailaba tranquilamente, paseaba por los bares del sector, a veces, se emborrachaba. Sin prejuicios, ni reglas, y con Dios muerto, deambulaba con la vista en alto. Aún cree caracterizarse por lo mismo, el problema actual: él se siente discriminado por donde vaga.