Trazada esa, la misma línea que hicimos todos y que hizo de nosotros lo que quiso. Nos movía para allá y nosotros empujábamos, acá vamos...
El viento nos soplaba las orejas, con las que no escuchábamos más nada. Los ojos medios tapados, producto de la ventosidad. También proveniente de nuestro estómago estropeado por los manjares más extraños y hermosos. Esos mismos gustos y banalidades que nos permitimos a altas horas de la madrugada, entre licoles y lujuria que opacan nuestra concepción de los sueños; confuso asiento que se mueve sin que yo lo quiera. La realidad se transtorna. Se me confunden esos olores entre tanto viento y el humo que tapa cualquier tipo de puro olfato, además veo pasar gente, mucha gente. No hacen nada más que gritar y empujarse, quieren avanzar, nada importa más que adelantar un puesto. Ahí van, aquí vamos... ¡muévete mierda!